“Tiene Déficit Atencional” dijo el doctor, mientras los padres angustiados veían como otro de sus hijos se iba directo al camino de la perdición. Así, comienza mi historia, en la que luego de mucho escuchar “Señorita Noerr, cállese” “Noerr, salga” “Natalia, anotada”, mis padres decidieron llevarme al Reformatorio Permanente de las mágicas pastillitas azules. Claro que a veces me cansaba de estar encerrada en mi misma y estar todo el día quieta y atenta a clases, por lo que a veces hacia como que “olvidaba” tomar el remedio a mi supuesto mal. “Naty!! Qué te pasa que tay demasiao hiperventila!” decían mis amigas, y yo feliz y saltando por todos lados respondía “es que no me tome las pastillas” con cara de picarona y una sonrisa del porte de un buque.
Así, comenzó mi vida escolar en el colegio Saint John’s Villa Academy en el que experimenté la amistad, el amor, el autodescubrimiento, odio, los conflictos con las autoridades y papeleos infinitos por compromisos y condicionalidades que dieron paso a la maduración de esta joven mujer. Ya en segundo medio al entrar a la CVX tuve mi gran reencuentro con Dios y un encuentro con el mundo, con el servicio, con la amistad más profunda y con los chiquillos tontones y el carrete como debe ser. Uno de mis grandes mentores y grandísimos amigos es “el seba”, con una relación de varios años, el seba, la naty y “el guachon” (el auto) nos convertimos en gárgolas y siempre terminamos en algún sucucho tomándonos un traguito pituco o un completo de gato.
Con una madre como pocas, empecé a entrar en la “edad del pavo”, y tal como debe ser, mi madre se convirtió a veces, en una gran compañera y otras en mi peor enemiga. Aún pueden escucharme gritar al cielo injurias contra mi no tan santa madre. Creo que esto se debe a que mi mamá siempre me ha prometido mucho, pero de alguna u otra forma es mi hermano el que termina con la pieza más grande de la casa y yo con la cajita de fósforos (mi pieza), y tantos ejemplos más en los que siempre es el promiscuo de mi hermano quien termina teniendo todo lo que quiere, mientras el par de babosos de mis padres cuelgan detrás de su cola dándole todo.
Gracias a mi padre abrazable por profesión y fotógrafo por hobby, aprendí a colgarme de los cuellos de hombres que sean apretables, tiernos o “pegables”, teniendo una relación bastante particular con los chiquillos debido a la esplendida afinidad con mi progenitor. Además de llevarme bien con él, quise aprender de mi gestor y aprendí a usar la cámara fotográfica, la cual estaba pegada al cuello de mi pobre padre. Siempre fue así, hasta que un día me creí cual Arturo sacando la espada de la piedra y le quité a mi papá su poder sobrenatural y me vi como una fotógrafa profesional. Debo admitir que mi papá y yo somos muy distintos en cuanto a gustos de fotografías, por lo que las miles de fotos sobre objetos cotidianos, perros pulguientos y gente normal le sacaron más de una cara larga a mi pobre padre al ver que las fotos disponibles en la cámara las había sacado yo.
Así, la niñita escurridiza de ojitos azules y sonrisa de payaso salió de cuarto medio con cientos de anotaciones, peleas con mayores, envida hacia su hermano y un montón de fotografías que la ayudarían a expresar lo que las mágicas pastillitas azules no le dejaban decir debido a su encierro en el buen comportamiento y decoro. Gracias pastillitas, malditas pastillitas.
1 comentario:
Cada letra de esta historia se me pasa por la cabeza y se me crea una película perfecta!
veo tu cara de picarona y saltarina super clara xDD
:***
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